El nombramiento de Fernando Grande-Marlaska al frente de Interior en 2018 fue una apuesta arriesgada de Pedro Sánchez. Un juez conservador procedente de la Audiencia Nacional y propuesto por el PP para el CGPJ no parecía el candidato ideal para un gobierno progresista. Cinco años después, con luces y sombras en su gestión, Marlaska se mantiene en el cargo en medio de las críticas.
Su trayectoria en la lucha antiterrorista y su condición de víctima de ETA fueron determinantes para que Sánchez le eligiera. Pero durante su mandato se han sucedido episodios complejos como los disturbios en Cataluña, las crisis migratorias en Canarias o la tragedia en la valla de Melilla, con balances de fallecidos que generan serias dudas sobre las actuaciones policiales bajo su mando.
La continuidad de Fernando Grande-Marlaska al frente de Interior resulta cuando menos polémica. Su gestión en materia migratoria ha estado plagada de episodios sombríos que cuestionan el compromiso con los derechos humanos.
Marlaska: Una gestión migratoria opaca
El colapso de Arguineguín en 2020, con miles de migrantes hacinados en el muelle en condiciones insalubres, o la tragedia de la valla de Melilla que se cobró la vida de al menos 23 personas en 2022, son sucesos que evidencian fallos estructurales graves. La opacidad del Ministerio sobre estos hechos no contribuye a esclarecer responsabilidades. Tampoco la falta de transparencia sobre las devoluciones en caliente, prohibidas legalmente pero que siguen produciéndose.
La defensa cerrada de Marlaska de la actuación policial en Melilla, afirmando sin pruebas fehacientes que todas las muertes ocurrieron en suelo marroquí, es cuanto menos cuestionable. Contradice los informes forenses, del Defensor del Pueblo y omite cualquier autocrítica ante una actuación policial que vulneró los derechos humanos de las personas migrantes.
En un contexto donde las políticas europeas son cada vez más restrictivas y antiinmigrantes, urge un giro radical en las políticas migratorias españolas si realmente este se considera un gobierno progresista. ¿Es Marlaska la persona adecuada para liderar ese cambio cuando en cinco años no ha mostrado sensibilidad en este ámbito? Su continuidad siembra serias dudas al respecto.
A la vista de los hechos, para este Gobierno, con una marcada línea continuista, prima la obsesión por blindar la frontera sur frente a garantizar vías legales y seguras para que personas migrantes y refugiadas puedan ejercer su derecho a solicitar asilo. Se criminaliza a quienes huyen de contextos de pobreza o violencia en busca de un futuro mejor.
Fuentes:
En este artículo:
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