Abraham, trabajador migrante sin hogar murió al raso por un cáncer hepático mientras malvivía en una fábrica a las afueras de la ciudad. Es una persona de las que malviven en la misma fábrica insalubre en la ciudad de Valencia.
Son los que le conocían. Los que sobreviven. Los que no suelen salir en los medios porque todavía no han fallecido. Digamos que tienen nombre. Digamos que tienen familia, hijos, y una historia. Que son algo más que mano de obra explotada en el campo. Digamos, incluso, que son personas.
En las afueras de la ciudad que acogió el Aquarius hay una fábrica de leche abandonada conocida como ‘la Garrofera'. Allí, en un sótano oscuro y negro en el que apenas puedes erguirte, Abraham murió a los 52 años. Estuvo tres días sin poder levantarse del suelo, postrado por el cáncer.
Se apagó poco a poco. Hasta que un compañero lo encontró sin vida la mañana del miércoles. Deja en Ghana a su mujer y a sus tres hijos, el más joven un nene de menos de dos años que ni siquiera conoció.
“No hay derecho a esto, no hay derecho… Regularizar a los migrantes es la mejor arma para acabar con esto. De hecho está demostrado, cuando alguno consigue los papeles accede a un trabajo digno y en seguida sale para delante él solo. Solo quieren ganarse la vida”, recuerda Mohamed Mboirick, portavoz de la Federación Unión Africana de España.
AQUÍ SU HISTORIA COMPLETA:
https://www.epe.es/es/comunidad-valenciana/20220219/temporeros-fabrica-ruinas-valencia-13261421
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