Hace apenas unos días se ha cumplido el quinto aniversario de una fotografía que dio la vuelta al mundo. Se trata de la foto del cadáver de Aylan Kurdi, un niño sirio de tres años sobre la arena de una playa turca el 2 de septiembre de 2015, quien viajaba en un bote con otras 15 personas que intentaron llegar a Grecia desde Turquía sin conseguirlo. Once murieron en el intento, entre ellos el hermano mayor de Alyan, de 4 años, y su madre.
Sin embargo, después de 5 años, lejos de despertar, en Europa ganó fuerza otro discurso, el del control de las fronteras ante la amenaza que podría suponer aquella llegada masiva, puesto que en 2015 supuso la peor crisis migratoria que ha vivido el continente desde la Segunda Guerra Mundial, y acabó provocando una reacción defensiva de los países europeos, con predominio de los esfuerzos para blindar sus fronteras y con un aumento del discurso populista y de extrema derecha.
«La única cosa que ha hecho la UE es fortificar sus fronteras»
“Cinco años después, la única cosa que ha hecho la Unión Europa es intentar fortificar sus fronteras al máximo. Lo que aprendieron los estados con la foto de Aylan Kurdi es que aquello no podía pasar tan cerca de sus fronteras. A partir de entonces, se intenta que sean los países terceros los que se ocupen del tema”, dice Gemma Pinyol, directora de Políticas Migratoria y Diversidad de Instrategies. “La extrema derecha ha articulado un discurso que ha radicalizado el discurso de los menos extremistas. Habrán perdido fuerza política, pero han ganado el discurso”.
A finales de este mes se espera que la Comisión Europa presente su Nuevo Pacto de Migración y Asilo, que marcará la política europea en migración, un proyecto que tenía que salir a la luz en primavera, pero que el impacto de la Covid-19 forzó a retrasar.
“Parece que el consenso solo se podrá encontrar con medidas orientadas a un mayor control”, escribieron Alberto-Horst Neidhardt y Olivia Sundberg, del European Policy Center.
Lo cierto es que predomina el discurso de reforzar las fronteras, de potenciar Frontex, y conseguir que terceros países, como es el caso de Turquía, frenen la llegada de migrantes.
Turquía es el ejemplo paradigmático de la táctica europea de actuar a través de países terceros. Con el acuerdo de 2016, la UE pagó a cambio de que Turquía alojara a los refugiados sirios, y el pacto, muy controvertido y superada la crisis de febrero, muestra su eficacia.
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