TEMPORERAS DE LA PANDEMIA: 8 personas en un barracón, baño compartido para 16, jornadas de 15 horas

TEMPORERAS DE LA PANDEMIA: 8 personas en un barracón, baño compartido para 16, jornadas de 15 horas

Sarah (nombre ficticio) lleva días en su casa familiar de Taourit. Echa la vista para atrás, se acuerda de las largas jornadas de trabajo en las fincas de Huelva, los meses de bloqueo, o aquel baño compartido por 16 mujeres en plena pandemia; y piensa que el esfuerzo no ha llegado a traducirse en el …

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Sarah (nombre ficticio) lleva días en su casa familiar de Taourit. Echa la vista para atrás, se acuerda de las largas jornadas de trabajo en las fincas de Huelva, los meses de bloqueo, o aquel baño compartido por 16 mujeres en plena pandemia; y piensa que el esfuerzo no ha llegado a traducirse en el rendimiento económico esperado. Es una de las temporeras contratadas en origen que ha conseguido regresar a su país tras pasar meses atrapada en Huelva debido al cierre de fronteras, a pesar de la finalización de su campaña.

La pandemia cambió el ritmo de la jornada. Cuando Sarah llegó a España, en el mes de febrero, trabajaba solo dos horas diarias. “Este año la cosecha se retrasó y no había fruta para recoger”, explica. En marzo aterrizó otro grupo de jornaleras desde Marruecos, y comenzó la temporada más fuerte, con recogida mañana y tarde, que alcanzó las 11 horas laborales con un descanso de un par de horas para comer. “Fue tan duro… llegué a llorar. No hubo ni un día de descanso, todos los santos días trabajando. A la que acababa rendida, el jefe se la llevaba a descansar a casa y al día siguiente volvía a la rutina”.

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Sarah se queja de que “del salario final, el jefe nos reduce una especie de alquiler, y pagamos la luz, el agua y el gas”. Lleva tres temporadas en la misma finca porque, según explica, “tenemos la obligación de trabajar con el mismo propietario cuatro años y después ya podemos cambiar”. Los desperfectos de la vivienda durante la estancia se descuentan del salario final.

No fue fácil porque a medida que pasaban los días, algunas temporeras iban gastando el dinero ahorrado y no tenían nuevos ingresos. “No ha sido productivo en lo económico, no hemos ahorrado”, lamenta.

“Trabajamos desde las seis hasta las 14 horas sin parar, con cinco minutos de descanso como mucho. Y por la tarde la misma cosa, empezamos a las 16 y terminamos a las 21 horas”, narra Sarah. Jornadas laborales de 15 horas.

Tras el confinamiento nada más poner un pie en Marruecos, Sarah celebró su llegada: “Estamos súper contentas de volver a casa pero este 2020 va a ser imposible olvidarlo por el mal trago que hemos pasado. ¡No lo voy a olvidar jamás! Hemos pasado penurias y tristezas pero que al final, gracias a Dios, nos reunimos con las familias”.

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