Bajo su apariencia inofensiva, la última entrega de la taquillera saga ‘Ocho apellidos marroquís’ esconde una mirada sesgada y paternalista sobre Marruecos, al tiempo que elude cualquier autocrítica sobre el racismo internalizado del público español. Esta cinta utiliza los recursos del humor para reproducir estereotipos dañinos sin cuestionar duramente las estructuras de poder que los sustentan.
La premisa es conocida: unos pijos cántabros viajan a Marruecos y allí confrontan sus prejuicios. Hasta aquí, parece una sátira contra la ignorancia occidental que podría resultar incómoda pero necesaria. El problema está en todo lo demás: la visión exotizante de Marruecos, la condescendencia hacia sus habitantes, la ausencia de voces y talentos marroquíes detrás de cámaras.
Los protagonistas encarnan una caricatura tan extrema del «españolito cuñao» que nadie se sentirá identificado. Esto permite reírnos creyéndonos moralmente superiores, sin cuestionar nuestro propio racismo implícito. Porque una cosa es condenar a cuatro radicales; otra muy distinta, diseccionar cómo los estereotipos impregnan nuestro inconsciente colectivo.
Y de estereotipos, la película ‘Ocho Apellidos Marroquís' está repleta
Desde la decisión misma de contar una historia cuyo motor son occidentales que «descubren» África, negando cualquier agencia o humanidad previas, hasta la sucesión de personajes marroquíes atravesados por la pobreza, la sumisión o la amenaza. Todo para que al final, los blancos terminen «redimiéndose» al aceptar magnánimamente a esa familia previamente oculta.
Así es como el paternalismo colonial sigue campando a sus anchas bajo disfraces modernos. Nos reímos de la ignorancia ajena sin atender la propia; condenamos un racismo grotesco sin admitir el cotidiano. Todo para que nada cambie. Porque claro, es más sencillo burlarse del skinhead con botas militares que resquebrajar las complicidades tácitas con quienes perpetúan la exclusión del diferente.
‘Ocho Apellidos Marroquíes' ilustra dolorosamente esta paradoja: quiere mostrarse como una comedia (¿antirracista?) mientras alimenta los mismos vicios que pretende criticar. Su humor blanquea las jerarquías y violencias simbólicas sobre las que se erige la relación histórica de España con Marruecos. Perpetúa estereotipos en nombre del entretenimiento, eludiendo su responsabilidad social.
No es que el humor no pueda o no deba explorar temas espinosos. Pero esto requiere una ética: apuntar las burlas hacia arriba, hacia quienes ostentan el poder, no hacia los grupos vulnerables. Significa también no reproducir acríticamente imaginarios dañinos, por más que se intente justificar como “simple entretenimiento”.
El problema es que la industria del humor sigue siendo mayoritariamente blanca, masculina y privilegiada. Son ellos quienes definen las “líneas rojas”, decidiendo qué es humor sarcástico y qué resulta ofensivo. No sorprende entonces que persista la idea retrógrada de que “no se puede hacer humor de nada” para proteger al status quo, mientras simultáneamente se perpetúan burlas hirientes sobre minorías.
Quizás ha llegado la hora de que el cine español mire de frente este legado incómodo en lugar de esconderlo entre risas complacientes. De otorgar voz y visibilidad a quienes suelen ser objeto de burlas ajenas. Solo así lograremos una representación verdaderamente antirracista y descolonizada de la compleja hermandad hispano-marroquí.
Mientras sigamos concibiendo lo marroquí a través del filtro de la inmigración, el narcotráfico o la amenaza yihadista, mientras nuestras pantallas sólo muestren a marroquíes en papeles subalternos, seguiremos atrapados en una relación mediada por recelos e imaginarios distorsionados.
Hace falta que surjan más creadores, cineastas, humoristas y activistas de origen marroquí con plataformas para plantar cara a esta narrativa xenófoba. Que puedan mostrar esa Marruecos vibrante, compleja y llena de contradicciones que trascienda las playas de Tánger o la Medina de Marrakech.
Mientras no ocurra esto, películas como ‘Ocho Apellidos Marroquís' seguirán legitimando acríticamente una mirada cargada de paternalismo colonial y superioridad europea. Seguirán confundiendo antirracismo con autoindulgencia etnocentrista. Y lo peor es que miles aplaudirán convencidos de que con ello están derribando prejuicios.
Fuentes:
En este artículo:
- Ocho Apellidos Marroquís crítica
- Racismo encubierto en el cine español
- Estereotipos en películas cómicas
- Responsabilidad social del cine
- Desafíos de la diversidad en el cine
- Perspectiva crítica sobre Ocho Apellidos
- Exotización de Marruecos en películas
- Cine español y representación inclusiva
- Impacto del humor en la sociedad
- Descolonización de narrativas cinematográficas
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