La historia de Mohamed Amzahou, un joven marroquí de 22 años, ha destapado una cruda realidad en el corazón de los invernaderos de Almería.
Su trágica muerte, atropellado por un automóvil en agosto, puso de manifiesto la difícil situación en la que miles de personas viven en las sombras de un sistema que parece no reconocer su existencia, pero que depende en gran medida de su mano de obra para mantener su potencial agrícola.
Mohamed formaba parte del llamado «milagro agrícola de Almería». Su vida en España estaba marcada por la incertidumbre y la esperanza de obtener el arraigo necesario para solicitar un permiso de residencia, un objetivo que nunca lograría alcanzar debido a su trágica muerte.
La colecta entre sus compañeros en el asentamiento de temporeros de El Hoyo, en Níjar, permitió enviar su cuerpo de vuelta a Marruecos, pero su chabola aún se mantiene en pie, ocupada por otros en busca de oportunidades.
La historia de Mohamed se ha convertido en un relato que alguien decidió no dejar caer en el olvido. Su muerte arroja luz sobre cómo esta provincia se beneficia a expensas de jóvenes como él, que experimentan una profunda soledad y una muerte silenciosa.
Mohamed, voluntario de Cruz Roja, asistía a clases de español en los asentamientos y era recordado como un joven alegre y servicial.
La tragedia de Mohamed se suma a la vida de miles de temporeros que trabajan en Almería, recibiendo salarios miserables, sin derechos ni techo.
Los asentamientos de temporeros, parte integral del paisaje agrícola, albergan a trabajadores jóvenes y fuertes, en su mayoría sin contrato, explotados, dispuestos a trabajar por cinco euros la hora.
El aislamiento de estos migrantes, causado por barreras lingüísticas y la falta de documentación, contribuye a su sensación de soledad y ansiedad.
Viven en un mundo paralelo, sin la capacidad de participar plenamente en la sociedad, lo que los hace invisibles en las estadísticas oficiales.
Sus chabolas están expuestas a incendios, inundaciones y otros peligros, pero su situación parece haberse normalizado.
La muerte de Mohamed nos lleva a cuestionar: ¿Cuántas más vidas invisibles se perderán antes de que se reconozcan los derechos y la humanidad de los migrantes que trabajan en los invernaderos de Almería?
Fuente: https://www.eldiario.es/
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