Para muchas trabajadoras del hogar, la pandemia trajo una carga extra de tareas, para otras, significó quedarse sin ingresos. Organizaciones de trabajadoras del hogar en varios países están exigiendo medidas urgentes como subsidios de emergencia, la regularización de las personas migrantes y el reconocimiento de derechos laborales, siempre postergados.
ESPAÑA
“Nosotras tenemos una frase: ‘Trabajo de interna, esclavitud moderna’”, dice Edith Espínola, portavoz de Sedoac (Servicio Doméstico Activo), asociación de mujeres empleadas del hogar. “Puedes trabajar entre 60 o 70 horas semanales, incluso más, porque no hay controles”. Y es muy difícil denunciar cuando no has firmado un contrato ni tienes papeles.
Ser una trabajadora inmigrante en situación irregular “acarrea muchas opresiones y muchos atropellos”, explica Espínola, y todo se agravó con la crisis de la Covid. Entonces las trabajadoras estuvieron “trabajando de lunes a lunes, preparando la comida, haciendo la colada, planchando o atendiendo a los niños. Y en muchos casos no se pagaron las horas extras”. “Si esto no es esclavitud, si esto no es explotación, no sabemos más cómo llamarlo. Es una apropiación de la vida de estas mujeres para su beneficio”, asegura.
Entre las 700.000 trabajadoras del hogar en territorio español, aproximadamente el 40% ni siquiera tiene derecho a solicitar esa ayuda, porque son migrantes que están en condición irregular.
Por eso, organizaciones como Territorio Doméstico, Red de mujeres latinas, o la Red de Hondureñas migradas, son parte de la campaña que cientos de colectivos antirracistas están llevando adelante para la regularización inmediata y permanente.
ARGENTINA
En la Ciudad de Buenos Aires se concentra la mayor cantidad de trabajadoras inmigrantes: “Acá dos de cada diez trabajadoras somos de distintos países latinoamericanos. La mayoría somos de Paraguay y también hay trabajadoras de Centroamérica. Además, muchas mujeres son migrantes internas del interior del país. Esto influye directamente en la precariedad porque, al dejar nuestros hogares, aceptamos estos trabajos que tienen los más bajos salarios y sin ningún tipo de derecho”.
Están organizando una “red de trabajadores precarizados, informales y desocupados” y que comenzaron haciendo asambleas virtuales en medio del confinamiento. “Somos más de mil jóvenes a nivel nacional, trabajadores de McDonald, de Burger King, de call centers, trabajadores de Apps donde también hay muchos inmigrantes. Porque además de pelear por nuestros derechos particulares, sabemos que es fundamental la unidad y la organización con otras precarizadas como nosotras y con el resto de los trabajadores que también están sufriendo las consecuencias de la crisis social y sanitaria. No queremos limosnas, queremos derechos”.
Las migrantes se ocupan como trabajadoras del hogar, cuidadoras de niños y ancianos, limpiadoras, etc. Toma forma lo que se ha denominado una cadena global de cuidados y familias transnacionales, marcada por el racismo, las fronteras y la explotación.
Frente a estas formas de servidumbre moderna, las trabajadoras del hogar se están organizando y ofrecen resistencia. A ellas las puedes encontrar en una asamblea del 8M, organizando una campaña en solidaridad con los temporeros, exigiendo o asesorando a nuevas compañeras sobre cómo defenderse. Son indomables y no van a parar hasta conquistar lo que les corresponde.
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