Poder Migrante Feminista
El día 8 de marzo se ha convertido en una fecha icónica para todas las mujeres del mundo que se unen para reivindicar y luchar por el acceso a derechos esenciales para todas. Este día, mujeres de todas las corrientes feministas salen a las calles para llamar la atención sobre las consecuencias del sistema patriarcal sobre sus vidas, sus cuerpos, sus trabajos, sus familias y sus luchas. Salir a las calles es una muestra de fuerza importante para un movimiento que, a pesar de sus tensiones internas, sigue más vivo que nunca.
Las feministas migrantes y antirracistas en España también nos unimos a esta lucha, aunque nuestras fuerzas se vean mermadas por la inequidad y la injusticia del sistema que nos oprime. Un sistema cuya columna vertebral es una ley de extranjería racista que nos mantiene siempre al borde de la ilegalidad y nos despoja de derechos esenciales, de los que solo gozan las personas nativas.
En un día como hoy, seguimos desafiando el lugar al que se nos quiere condenar: al de la pobreza y la marginalidad. Las mujeres migrantes somos diversas, diferentes, pero nos une el profundo sentido de nuestra lucha. Somos feministas, pero necesariamente antirracistas porque sabemos que la intersección entre la desigualdad de género, las desigualdades de clase y el racismo nos condena a tener que luchar no solo el doble, sino el triple, y aún más, para alcanzar ese punto de partida donde se empieza a disfrutar de las oportunidades más básicas en una sociedad. El derecho de ser ciudadana, el derecho a tener trabajo en condiciones de igualdad, a participar de manera efectiva de la vida política del lugar en el que residimos.
Nuestras reivindicaciones
La primera y mas importante de nuestra reivindicaciones es la abolición de la ley de extranjería, que distingue entre inmigrantes con derechos (comunitarios) e inmigrantes sin derechos (extracomunitarios). Esta distinción condena a las mujeres pobres inmigrantes del sur global a desempeñar trabajos en condiciones laborales precarias y/o esclavizantes dentro de los sectores mayormente feminizados.
Subimos la voz por las cuidadoras, las de atención domiciliaria, las limpiadoras, las camareras de piso, las jornaleras, las cocineras y por todas las mujeres inmigrantes, sobre todo las que están en situación administrativa irregular, para que se dejen de vulnerar sus derechos laborales a costa de una ley de extranjería que promueve claramente la explotación laboral.
En la misma línea, reivindicamos la eliminación de patrones de racismo social estructural, aliado del capitalismo colonial y patriarcal, que nos impiden acceder a una vivienda digna, que nos pone obstáculos para acceder a la justicia, que nos exotiza y con ello promueve nuestra objetualización en estas sociedades blancas europeas, que someten a nuestras hijas e hijos a violencia racista y xenófoba en sus centros de estudios, que nos estereotipa como malas madres y promueve la quita de custodias a madres inmigrantes alegando que no tienen redes familiares y de apoyo.
De otra parte, el olvido y menosprecio de las políticas gubernamentales hacia el sector de los cuidados y la dependencia no debe caer encima de las espaldas de las mujeres migradas en situación administrativa irregular que, sometidas a condiciones laborales de semiesclavitud (como es el régimen interno), terminan por cubrir las necesidades de cuidados de miles de familias españolas. Las mujeres trabajadoras de hogar y cuidados no son mercadería ni pueden ser los parches con los que el gobierno de España cubre su obligación de cubrir las necesidades de cuidado de muchas familias con adultos mayores.
Clamamos por la descapitalización del sector de los cuidados y denunciamos la proliferación de empresas dedicadas al sector que perpetúan la explotación de mujeres cuidadoras a través de falsos contratos con familias empleadoras, engañando a muchas compañeras bajo la falsa promesa de “estabilidad laboral”.
Por último, exigimos todos los derechos para todas las mujeres y la eliminación de leyes que nos diferencian, aunque, en teoría, seamos iguales. Seguimos desafiando cada día el lugar real e imaginario en el que nos sitúan, tanto las instituciones como el feminismo hegemónico institucionalizado; ese lugar al que nos condenan por ser mujeres, por ser migrantes, por ser musulmanas, por no ser blancas y por no ser europeas occidentales.
¡La lucha feminista migrante y antirracista sigue en pie, y seguiremos luchando hasta conseguir una sociedad verdaderamente igualitaria y justa para todas las personas!
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