La autora, Mariola Cubells, reflexiona sobre ‘¿Por qué no hablo con blancos de racismo?' y ‘¿Acaso no soy yo una mujer?', lecturas fundamentales para entender mejor la negritud y el privilegio blanco.
Tengo una hija negra, etíope, de 15 años. Carlota se llama. Su entorno desde bebé, escolar, familiar, amistoso, es sensato, tolerante, antirracista… Pero sobre todo es blanco.
Siempre blanco, occidental. Dialogante, ilustrado incluso, pero blanco. Cuando llegó a casa el mes pasado el libro, ¿Por qué no hablo con blancos sobre racismo? de la periodista de 32 años, Reni Eddo-Logde, pensé que por supuesto no hablaba de mí, ni de los míos, que nosotros no pertenecíamos a ese colectivo de blancos con el que la autora había decidido no hablar.
Entonces, apareció Carlota, leyó el título y me dijo: “Tiene razón mamá, yo también he decidido no discutir con blancos sobre este tema. Os ponéis a la defensiva intentando que no se os tache de racistas, intentando ser guays, pero no solucionamos nada”.
Primera bofetada. ¿Me incluía ni propia hija en ese “privilegio blanco” del que hablaba la autora? No podía ser. ¡Pero si yo estaba metida a saco en el Black Lives Matter, por favor! Me puse como loca a leerlo para quitarle la razón y quedé en que después se lo pasaría. El libro puso patas arriba, además de consideraciones sobre el racismo estructural, mis certezas sobre la bondad universal y sin fisuras de la lucha feminista.
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