SANDRA YÁÑEZ / Poder Migrante
Para comenzar el año haciendo una de las cosas que más me gustan, me fui al cine a ver «West Side Story» de Steven Spielberg. Se trata de una versión actualizada del clásico de 1960, que nació como musical en Broadway.
Yo no había visto la versión de los 60s con lo que el contenido me resultó novedoso, aunque, si soy sincera, los musicales, y más si son gringos, no son lo mío. Por supuesto Spielberg es Spielberg con lo que si no te gustan los musicales tienes garantizado, seguro, una cinematografía impecable, porque si alguien sabe hacer películas es él. La fotografía, la música (dirigida por Dudamel), la dirección de arte, el vestuario, las actrices y actores, entre otros, son sencillamente impecables.
West Side Story es Romeo y Julieta contado en un Nueva York de los 50s que comienza a gentrificarse y con ello expulsa a los más pobres de sus barrios. La lucha entre bandas, una de blancos y otra de puertorriqueños, suponen la evocación a la lucha entre los Montesco y los Capuleto, las familias enfrentadas en la pieza teatral de Shakespeare.
Sin embargo, a diferencia de aquella pieza, aquí el racismo es protagonista, porque es lo que jalona el enfrentamiento.
Lo que me chirría es que West Side Story insinúa que existe el racismo anti blanco. Y que es igual que un grupo de personas por su origen, etnia, religión o cultura deban soportar la discriminación de forma estructural a que un grupo de personas de la mayoría legítima y reconocida reciban algún tipo de discriminación o desprecio.
«Aquí el racismo es protagonista, porque es lo que jalona el enfrentamiento. Lo que me chirría es que West Side Story insinúa que existe el racismo anti blanco.»
Sandra Yáñez
La pieza teatral original sugiere que las tesis de los marxistas sobre el racismo están en lo correcto: no existe el racismo, lo que hay es gente pobre (diferencias de clase) que se pelea entre sí mientras los ricos lo provocan para seguir disfrutando de sus privilegios. Por supuesto que a los ricos les viene muy bien enfrentar a los pobres entre sí pero ese no es el origen del racismo ni de la desigualdad que existe entre el norte y el sur global.
El antirracismo político (no el moral, que juzga actos racistas como algo suelto) me ha enseñado que el racismo es transversal y estructural y la evidencia de ello es que no sólo los pobres son racistas y no sólo reciben racismo la gente de minorías sin oportunidades económicas.
«El racismo es transversal y estructural y la evidencia de ello es que no sólo los pobres son racistas y no sólo reciben racismo la gente de minorías sin oportunidades económicas»
Sandra Yáñez
El racismo es una estructura vertical que se aplica de arriba hasta abajo y que garantiza que determinadas minorías no puedan acceder nunca a los mismos derechos y privilegios de la mayoría legitimada, y si acceden sea diez veces más difícil conservarlos.
La película ya lo insinúa: los blancos pueden salir de la pobreza, los puertorriqueños están destinados a limpiar las casas y ser los porteros de los edificios de los blancos que ocuparan los flamantes apartamentos en las zonas gentrificadas. Lo mismo pasa con los negros, los hispanos, los gitanos, los musulmanes, etc.
Por supuesto, y en eso coincido con la obra, sería ideal que todos los pobres nos uniéramos contra los ricos, pero la realidad es que el racismo es una estructura muy bien cimentada que sigue impidiendo que unos sean mirados por otros como seres humanos. De eso es lo que se aprovechan tanto los blancos pobres como los ricos.
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